Ignasi Bosch

La Resurrección de Fausto

Es estremecedor ver como hay episodios que se repiten una y otra vez. Algunos con tal parecido que cuesta distinguirlos.
Esta vez no hace falta empezar por el principio, pues no es una historia desconocida. En esta ocasión no son las mentiras las protagonistas, sino que lo son su faceta más “moral”: el ocultar. El silencio en su cara más trivial. Pero siguen siendo ellos: Fausto y Mefistófeles. Pero aquí Fausto tiene varios rostros. Habita en distintos cuerpos y todos ellos se dejaron tentar. Mefistófeles  adopta la forma de una bella serpiente, que envenena con su dulce veneno la sangre hasta hacerla hervir, causando la más profunda ceguera y despertando una avaricia que desata la más vital necesidad. En esta historia Margarita no es Fausto, sino el mismísimo Mefistófeles. Quien busca, persigue, caza a cualquier Fausto. Quien alimenta con escalofriante frialdad de forma torturadoramente lenta a todo Valentín. Quien vive su propio infierno.
Los guiones van rodando como un tiovivo, repartiendo los papeles a discreción.
Todo se remonta tiempo atrás.

El Primer Fausto:
“Mi absurdo cometido está cumplido, y aquí estoy... buscando en el refugio de la noche, que la oscuridad se apiade de mí. Pues me siento más seguro entre sus fauces que en el desespero de la falsa promesa, es todo una vil mentira. No existe nada de lo que se habla. Sólo los lazos de sangre me unen al desfile diario y consiguen encenderme esa luz esperanzadora... Esa luz que sólo es controlada por la madre, la inmortal.”
No existe presa más fácil. Encender la llama que ya sólo habita en lo más hondo de sus más guardados recuerdos, parecía ya sólo una triste utopía. Y qué tentador es hacerse un hueco en algo en apariencia habitado. Apoderarse de un pedazo de algo con propietario...

El Primer Siebel:
“...Largo camino recorrido, pero el último tramo ya casi en la más absoluta soledad. Soledad tantas veces ansiada pero que ahora es finalmente una abrumadora realidad. Aún y así compartir momentos es grato. Siempre se me dio bien escuchar. De igual forma siempre me interesó el diálogo (externo, por supuesto). Cualquier argumento por banal que sea me sirve para desatar la más interesante y larga conversación. Aunque los temas más íntimos nunca fueron mi fuerte... Sabes que aquí estoy.”
Que gratificante es tener alguien con quien poder contar, hablar, distraerse. Y más cuando Fausto aparece y desaparece a su voluntad. Siebel siempre está ahí.

El Primer Siebel convertido en el Segundo Fausto:
“... tantas cosas compartidas, hace que me sienta cerca. Y los fracasos pesan... Realmente me hace sentir bien y qué  gratificante es que te hagan sentir halagado, querido, deseado... quizá sobretodo eso... deseado. Tanto tiempo hacía... todavía pesa el lastre del pasado, lo que perdí, lo que nunca podré tener... esto es real... aunque sé que no está bien, es inútil luchar contra ell, la resistencia es fútil. Tantas veces pensando “no más”... pero cada vez parece ser la excepción, hasta convertirse en regla. No podré afrontarlo... Yo nunca busqué nada”
Demasiado tentador es que te enseñen una manzana y no te dejen ver su interior. ¿Por qué tener un sólo Fausto al poder tener dos? Nada más apetitoso, porque cada Fausto es distinto.

El Primer Fausto convertido en un Valentín :
“Lo entiendo, es normal... cada uno debe seguir su camino. Yo pude escoger, pero no me atreví. Ahora tú debes escoger y seguir tus propias elecciones. Lo inevitable es así... inevitable”
Nada es sencillo aunque jugar sobreseguro siempre lo es un poco más. Estuvo bien mientras duró pero al ver la dificultad... todo sigue su rumbo natural.

El Segundo Siebel:
“Se me presentó por sorpresa. Siempre es grato conocer. Aunque yo ya sabía bastante. Ejercer actividades en cálida compañía de alguien interesante. Pasar ratos agradables... si además no causan mal estar, pues así me lo aseguraron, que hay de malo en eso...”
Si en algún sitio uno no es bienvenido es lógico buscar otro rincón donde sí lo sea. Y a la espera de la bienvenida es interesante abarcar un poco más de conocimiento... de compañía... de calor.

El Segundo Siebel convertido en el Tercer Fausto:
“No hay nada de malo en lo que hago y no tengo porque justificar ninguno de mis actos. En el momento en que es de mutuo acuerdo no hay nada más de qué hablar..."

Una vez más por qué uno si pueden ser dos. No hay nada de malo en ello. Yo sé mis razones, y se qué importancia darle a cada cosa.

Todos los Valentines acechan a la espera de su turno. El afortunado que sea el siguiente se entregará a ciegas a ser el más atento de los Siebel. Y soñando en que llegue el día ,como ha pasado ya alguna vez, que el milagro ocurra y pueda convertirse en Fausto a pesar de que sólo fuera una sola noche... una sola hora... un sólo minuto... Pobre Mefistófeles.


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Diseño y maquetación: Mariona Maresma

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