Ignasi Bosch

La pluma y el poeta

“Una bonita historia de amor inacabada...
pues el poeta no tuvo valor para terminarla.
Destellos de dolor y traición reflejados en su mirada,
no existen versos, no existen rimas, ya no hay palabras...
Sólo hay lágrimas... desesperadas.
Sólo hay lágrimas... no escuchadas.”

Era un joven poeta, bueno poeta, a lo sumo aprendiz que se propuso escribir la obra de su vida, su ópera prima, su más preciado valor: la más bella historia de amor jamás contada. Una historia que estremeciera corazones, incluso aquellos tan fríos como el mar glaciar y derramara lágrimas de felicidad tan pura que incluso los más oscuros de corazón alcanzaran la bondad absoluta.
Aunque a tan temprana edad de amor no había mucho que contar creía que con tener pluma y papel ya era suficiente. ”No todo el mundo guarda una pluma como esta en el armario, sólo los elegidos, sólo aquellos con el don la guardaron para utilizarla...”-pensaba.

Cogió todo lo que necesitaba y se encerró en su casa noche y día, día y noche; sin salir, sin hablar. Tan sólo escribir y escribir.
La historia no era demasiado buena pero él se la creía y eso era lo más importante.
La trama trataba, como no, de un romance imposible condenado a funcionar. O al menos esa era la idea... (el chaval era innovador...) El chico de su historia llamado Nicolás, no pretendía ser nada especial en apariencia, sencillo más bien humilde, pero listo y con un gran corazón.
La chica era algo distinta pues toda referencia femenina la había adquirido de un viejo libro de cruzadas que el abuelo guardaba en el desván ya que su madre murió siendo él aún muy joven. En aquel libro aparecía una princesa del medio oriente exótica, misteriosa, de fina figura y movimientos felinos. Así que cogió más o menos esos atributos para dotar a “su” chica, por cierto llamada Aída, de las cualidades de tan intrigante personaje. De familia noble pero ideas liberales, ofrecieron a su hija los conocimientos y comodidades que de niña requirió.

Esa era la idea principal, original ¿verdad?.
Empezó relatando la infancia de ambos, como fueron conociendo el mundo y adquiriendo un lugar en él, la adolescencia donde ocurrió el encuentro.
A cada página que escribía le absorbía más y más, cada palabra, cada frase, le proporcionaba una sensación nueva, distinta, perfecta... fue entonces cuando ocurrió lo impensable.
Esas sencillas palabras una detrás de la otra adquirieron vida propia. Le hablaban, sólo tenía que transcribir literalmente lo que la palabra anterior le susurraba, de manera que frases enteras, páginas enteras aparecían como arte de magia sin saber de dónde, sin saber porqué...
El encuentro no deseado apareció justo en el momento que Nicolás y Aída se besaron por primera vez, un estremecimiento aterrador, un pinchazo asfixiante en el pecho le asustó tanto que dejó la pluma y se apartó atemorizado de la mesa donde había permanecido inmóvil durante días, semanas enteras... Sin darse cuenta y sin saberlo se había enamorado locamente de Aída, qué absurdo, qué irreal, qué condena más terrible.
Después de noches enteras sin dormir, pensando, atormentado, se le ocurrió una idea. Inventó para la ocasión un nuevo personaje, “su” personaje, el personaje que reconquistaría el corazón de Aida. El personaje perfecto, el que creía que encajaría mejor con ella. Al fin y al cabo él la había creado, sabía perfectamente por donde entrar. Se puso otra vez a escribir y escribir pero no daba frutos. Ese no era él y al cabo de dos capítulos su perfecto caballero murió en una batalla, que desastre... desesperación.
De nuevo una solución se le pasó por la cabeza. Debía matar a Nicolás. Inventó las mil situaciones, mil combates pero siempre sobrevivía. A cada intento Nicolás adquiría más valor y el amor de Aida crecía fuerte e imparable.
Por último un sórdido plan se le pasó por la cabeza...

Como una pura herramienta del destino, escribía y escribía, la historia ya estaba echa sólo faltaba plasmarla en palabras.
La inevitable boda llegó, las lágrimas se deslizaban por sus mejillas como cuchillas afiladas en su corazón, una detrás de la otra... cayendo sobre las palabras imborrables que marcaban su fin...

Pero esperó hasta la noche, la noche de bodas, la noche especial. Donde los dos cuerpos puros, dulces y temerosos se definían bajo la luz de una luna radiante, una luna jamás vista hasta entonces. El amor hecho pasión, la pasión hecha caricia, la caricia hecha amor... Pero antes de que pudieran consumar el amor acumulado durante toda una vida cogió la pluma y con los ojos llorosos se la clavó hasta lo más hondo del corazón, un corazón  destrozado, desolado... que ya no es corazón. Hermosa historia de amor, condenada, inacabada... El cuerpo ensangrentado cayó justo encima del libro y en el último aliento de vida vio surgir del libro la figura de la más bella muchacha con la mirada más penetrante de este mundo. Sin decir nada, sólo mirar... y derramando una lágrima, la que contenía más dolor de las que se hayan derramado hasta hoy, se escribió con ella la simple y explícita palabra: “¿Por qué?... Más pena y dolor se apoderaron de él, que con el corazón atravesado se arrancó la pluma del pecho e intentó escribir unas pocas palabras más... las suficientes... con su propia sangre... pero fue demasiado tarde.


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