Ignasi Bosch

Luz

Otro concepto que sale en más de una ocasión, y al que hace referencia este escrito en cuestión, es el de los “espejismos”. Entendidos como meras imágenes, las cuales, nosotros mismos vestimos y atribuimos de ciertas virtudes que pueden ser perfectamente, y de hecho suelen serlo casi siempre, simplemente falsas.
A pesar de ello nos inyectan unas dosis de esperanza y motivación que no hubiesen aparecido en condiciones “normales”.
Como aquél alpinista exhausto y moribundo al que le fallan las fuerzas para dar un sólo paso más y que vislumbra a lo lejos algo que parece ser un refugio, aparecen nuevas fuerzas venidas de algún lugar para conseguir avanzar lo necesario para salvar la vida, o al menos probarlo en un último intento desesperado. O el explorador deshidratado en medio del desierto, sediento y delirando el cual percibe perfectamente la silueta de unas palmeras y un estanque de cristalinas aguas.
No cabe decir que de la misma manera que por necesidad, o por la razón que sea, a pesar de verlo sigue siendo falso, la esperanza impresa tarde o temprano se desmorona al comprobar que no era más que un espejismo traidor.

En ocasiones necesitamos creer en ciertas cosas para movernos, a veces basta con las ansias de creer para ver.
Se invierte el viejo dicho: no sería “ver para creer” si no “creer para ver”.


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